Proceso
de Beatificación y Canonización de Juan Diego
P. Dr. Eduardo Chávez Sánchez, postulador oficial
de la Causa de Juan Diego
Desde hace mucho tiempo se ha tenido la
certeza de que Juan Diego ya se encontraba en el cielo, gozando de Dios,
como lo expresaba Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, a finales del
siglo XVI, en su escrito llamado Nican Motecpana: “La Purísima,
con su precioso Hijo, llevó su alma a donde disfruta de la Gloria
Celestial”, [1] el mismo autor manifiesta que
Juan Diego es modelo de santidad y que así como él mereció
el cielo, nosotros también nos esforcemos para ser dignos de
él, continuaba Fernando de Alva Ixtlilxóchitl: “¡Ojalá
que así nosotros le sirvamos y que nos apartemos de todas las
cosas perturbadoras de este mundo, para que también podamos alcanzar
los eternos gozos del cielo!” [2]
En el siglo XVII, uno de los documentos más importantes son las
Informaciones Jurídicas de 1666, en donde encontramos varias
veces la referencia de Juan Diego como un hombre excepcional, todos
los testigos confirmaron que Juan Diego fue un hombre piadoso, devoto,
lleno de Dios, por ello no dudaron en llamarlo “varón santísimo”
o ir a verlo para que intercediera ante la Virgen de Guadalupe y ante
el mismo Dios para sus necesidades, o ponerlo como modelo para sus hijos.
[3] Otro importante autor, pero del siglo XVIII, Cayetano
Cabrera y Quintero, expresaba en su libro Escudo de Armas, publicado
en 1746, cómo Juan Diego era un verdadero intercesor para el
pueblo: “Aún los mismos indios que frecuentaban el Santuario
–decía Cabrera– se valían de las oraciones
de su compatriota viviendo y, ya muerto y sepultado allí, lo
ponían como intercesor ante María Santísima, para
lograr sus peticiones.” [4]
El pueblo siempre expresó su
admiración y veneración a Juan Diego representando su
figura como un “atlante” y sostenedor de todo un altar,
como en el altar de San Lorenzo Ríotenco; como fundamento y sostenedor
de un púlpito como en la iglesia del Pocito, como ángel
a los pies de la Virgen como en la fachada del Colegio de Guadalupe
o como franciscano, como es representado en la fachada de la antigua
Basílica de Guadalupe, o pintado con aureola como en el exvoto
que se conserva en el museo de la Basílica de Guadalupe, esculpido
con veneración en un cáliz de oro, etc.
Don Santiago Beguerisse publicó
Apuntes Biográficos del Venturoso Indio Juan Diego; y el 1 de
noviembre de 1895 escribió al Obispo de Cuernavaca, Fortino Hipólito
Vera, con quien lo unía un mismo pensamiento, comunicándole
su interés por iniciar un Proceso para la Beatificación
de Juan Diego.
En octubre de 1904, en el Congreso Mariano
que se celebró en Morelia, se presentó la iniciativa para
que se solicitara iniciar el Proceso para la Beatificación de
Juan Diego.
En 1930, el P. Lauro López Beltrán
fundó su revista Juan Diego con la que continuamente impulsó
la posibilidad de llevar a los altares a Juan Diego.
El 1 de mayo de 1931, por motivo del
IV Centenario de las Apariciones, se publicó en el Boletín
Eclesiástico de la Arquidiócesis de Guadalajara un artículo
intitulado “La Canonización de Juan Diego” donde
se pide la canonización de Juan Diego.
El 12 de abril de 1939 se publica una
importante Carta Pastoral del Obispo de Huejutla, José de Jesús
Manríquez y Zárate: XXI Carta Pastoral que dirige a sus
diocesanos sobre la necesidad de trabajar ahincadamente por la glorificación
de Juan Diego en este mundo, San Antonio, Texas; para trabajar en la
glorificación de Juan Diego.
En 1950, el Obispo de Huejutla, José
de Jesús Manríquez y Zárate, cuando asistió
a Roma a la Declaración Dogmática de la Asunción,
representando al Arzobispado de México, aprovechó para
entrevistarse con el cardenal Nicolás Canali, gran autoridad
del Vaticano, proponiéndole el iniciar la beatificación
de Juan Diego.
En los últimos años esto
se expresó con mayor fuerza. En 1974, tanto los Obispos de México
como los de América Latina habían pedido la canonización
de Juan Diego, se propuso la canonización de Juan Diego como
modelo de laico cristiano. [5] En 1979, durante su
primer viaje pastoral en México, el Santo Padre, Juan Pablo II,
habló de Juan Diego como ese personaje histórico fundamental
en la historia de la Evangelización de México. Los Obispos
mexicanos insistieron en que la canonización de Juan Diego es
un hecho profundamente querido por la gran parte del pueblo de México;
se dieron los primeros pasos y el 15 de junio de 1981 durante la Décima
Asamblea, la Conferencia Episcopal Mezicana pide formalmente la canonización
de Juan Diego.
El Arzobispo Primado de México,
D. Ernesto Corripio Ahumada, escuchó estas súplicas y
peticiones y con gran empeño inició los trabajos; escribiendo
a la Congregación para la Causa de los Santos en 1981, para informarse
sobre los pasos y posibilidades de canonizar al indio Juan Diego.
El 8 de junio de 1982, la Congregación
para la Causa de los Santos informó al Arzobispo de México,
Corripio, los pasos necesarios que se tenían que dar para que
todo el Proceso fuera conforme al Derecho Eclesiástico. [6]
El 7 de enero de 1984, en la Insigne
Basílica de Guadalupe, presidió la ceremonia donde se
daba inicio al Proceso Canónico del Siervo de Dios, Juan Diego,
el indio humilde mensajero de la Virgen de Guadalupe. El 19 de enero
de 1984 se nominó para Roma como Postulador al P. Antonio Cairoli,
OFM, el 11 de febrero se completó jurídicamente el Tribunal
con la sesión de apertura y se llevó adelante el Proceso
Canónico Ordinario que se piden en estos casos; en total fueron
98 sesiones. También se nombró, en ese entonces, una comisión
histórica, presidiéndola el Prof. Joel Romero Salinas,
miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía de México,
perito en Historia y Archivística para la Causa en cuestión;
esta comisión histórica preparó el material necesario
en estos casos. Más de dos años de estudio y trabajo fueron
necesarios para concluir la primera etapa del Proceso, el 23 de marzo
de 1986, en solemne ceremonia se concluyeron estos trabajos. y toda
la documentación y la investigación fue enviada a Roma.
La Congregación para la Causa de los Santos aprobó el
camino realizado el 7 de abril de 1986.
Todavía el Arzobispo de México
Ernesto Corripio quiso congregar, el 9 de octubre de 1989, en la Sala
de Acuerdos de la Curia de la Arquidiócesis de México,
a 21 especialistas en historia, investigadores y estudiosos del Acontecimiento
Guadalupano, con la presencia también del entonces abad Mons.
Guillermo Schulenburg, para que ahí se pronunciaran los comentarios,
reflexiones y opiniones a favor o en contra de la Causa de Juan Diego;
era importante conocer todos los puntos de vistas y analizar no sólo
la personalidad de Juan Diego, sino también la oportunidad de
la continuación de la Causa; con toda libertad se podía
exponer cualquier opinión en contra o a favor. El Ing. Joel Romero
Salinas recordaba este momento en su libro Juan Diego. Su peregrinar
a los altares, en donde refiere lo sucedido en este importante encuentro:
“Ninguna opinión se vertió en contra de la existencia
física del Siervo de Dios y se ahondó positivamente en
su fama, virtudes y culto.” [7]
En ese año de 1989, después
de la muerte del Rev. P. Antonio Cairoli, OFM, el Cardenal Ernesto Corripio
designó como Postulador para la Causa de Juan Diego al Rev. P.
Paolo Molinari, SJ.
El Episcopado Mexicano actuaba en gran
unidad y conciencia pastoral. El 3 de diciembre de 1989, Mons. Adolfo
Suárez Rivera, Arzobispo de Monterrey y Presidente de la CEM,
escribía al Cardenal Felici, Prefecto de la Sagrada Congregación
para las Causas de los Santos:
“Saludamos a Vuestra Eminencia
con respeto y afecto en el Señor:
“Con fecha 17 de noviembre del
presente año, los Obispos de México enviamos a Vuestra
Eminencia una carta con la cual implorábamos que el Siervo de
Dios Juan Diego sea proclamado Santo en virtud de la continuación
del culto a él dirigido.
“Para complementar nuestra mencionada
carta, nos permitimos por las presentes letras, asentar las siguientes
aclaraciones y declaraciones:
“Cuando fueron emitidos los Decretos
de S. S. URBANO VIII (1625-1634), la Jerarquía de México,
en debido acatamiento a las disposiciones pontificias, prohibió
toda manifestación de culto público y litúrgico
de Juan Diego.
“Sin embargo, la fama de santidad
del Siervo de Dios y la auténtica devoción religiosa que
se le guardaba, eran tales que, pese a la observancia de la Norma referente
al culto público y litúrgico, el culto popular privado
continuó y ha venido a ser más vivo y creciente en nuestros
días.
“Las diversas disposiciones de
la Jerarquía Eclesiástica local, referentes tanto a la
veneración de la Imagen de la Sma. Virgen de Guadalupe como al
respeto a la casa de Juan Diego, testifican la continuidad de la auténtica
devoción hacia el Siervo de Dios. Todo esto está ampliamente
ilustrado en los diversos Estudios hechos para la elaboración
de la "POSITIO", en correlación con los documentos
respectivos.
“La existencia de la auténtica
fama de santidad del Siervo de Dios Juan Diego está sólidamente
confirmada por el hecho de que, desde el año de 1666, las Autoridades
Eclesiásticas de México se preocuparon por llevar a cabo
un proceso formal, con la finalidad de solicitar la aprobación
de un Oficio Propio en honor de la B. Virgen María de Guadalupe,
para la celebración del día de la aparición preternatural
de la Santísima Virgen al Obispo Fray Juan de Zumárraga,
y esto como comprobación de la veracidad de Juan Diego.
“En las actas de tales investigaciones
figuran las disposiciones acerca de la vida, las virtudes, la fama de
santidad y el culto a Siervo de Dios Juan Diego.
“Las actas de estos dos Procesos
han sido debidamente insertadas en la mencionada "POSITIO".
“Además, ha de tenerse
presente que la Jerarquía Eclesiástica de México
instruyó un proceso específicamente sobre la vida, las
virtudes, la fama de santidad y el culto del Siervo de Dios en los años
1984-1986.
“Teniendo en cuenta todo esto,
se debe afirmar que el período de tiempo en el cual el culto
se manifestó y fue vivido en la Iglesia de México, es
suficiente por sí mismo para corresponder a la categoría
de "A TEMPORE INMEMORABILI".
“Por lo expuesto, nosotros, los
Obispos de México, declaramos que la ininterrumpida fama de santidad
atribuida al Siervo de Dios JUAN DIEGO y la continua devoción
religiosa que se le guarda constituye en seguro fundamento para declarar
que ha existido un verdadero culto religioso, pero con la limitación
ordenada por la Santa Sede Apostólica.
“Esta declaración es firmada
por el suscrito, Presidente de la Conferencia Episcopal de México,
en nombre de todos los Excmos. Sres. Arzobispos y Obispos de nuestra
Nación.“Nosotros esperamos que esta declaración
constituya un documento válido para la "Positio Super Cultu
ab Inmemoriabili Praestito" del Siervo de Dios Juan Diego, elaborada
por la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos que
Vuestra Eminencia dignamente preside como Cardenal Prefecto.
“Los Obispos de México,
junto con nuestro pueblo cristiano, abrigamos la dichosa esperanza de
que el Santo Padre Juan Pablo II, en uso de la autoridad que le asiste,
se digne declarar Santo al Siervo de Dios Juan Diego, el laico que fue
siervo de la Sma. Virgen de Guadalupe, en su próxima visita pastoral
a México, en el mes de mayo del próximo año.
“Este asentimiento eclesial será
de notoria importancia para la Iglesia en México y constituirá
un gran impulso para la pastoral y la vitalidad del laicado católico
de México y de América Latina.
“Reiteramos a Vuestra Eminencia
nuestros sentimientos de aprecio y estima en el Señor.
“Ciudad de México, D. F.,
a 3 días del mes de Diciembre del año de 1989.”
Bajo las normas y directrices de la
Congregación para la Causa de los Santos, así como las
del Relator General Mons. Giovanni Papa se elaboró la Positio;
la cual fue presentada a los Peritos en Historia, así como a
los Teólogos Consultores y al Congreso de Cardenales y Obispos
de la Congregación, y se obtuvo el voto afirmativo sobre el culto
inmemorial y la fama de santidad del Servo di Dio Juan Diego. De esta
manera se llega a la aprobación de la Positio en 1990; [8]
se confirmó, pues, que a Juan Diego se le daba un culto desde
tiempos inmemoriales; manifestado por objetos de todas clases como son
imágenes y diseños de Juan Diego en donde se le representó
con aureola; su figura se esculpió en cálices, en púlpitos,
en altares, en exvotos, en ofrendas; son varios los documentos en donde
se declara que Juan Diego fue un indio buen cristiano y santo, como
vimos en los testimonios de los ancianos indios de Cuauhtitlán
que fueron vertidos en las Informaciones Jurídicas de 1666. Una
fama que no se interrumpió, como también ya vimos que
expresaba, en 1746, D. Cayetano de Cabrera y Quintero: “Aún
los mismos indios que frecuentaban el Santuario se valían de
las oraciones de su compatriota viviendo y, ya muerto y sepultado allí,
lo ponían como intercesor ante María Santísima,
para lograr sus peticiones.” [9]
El 9 de abril de 1990, el Santo Padre
Juan Pablo II, por medio del Decreto de Beatificación, reconoció
la santidad de vida y culto tributado, de tiempo inmemorial, al Beato
Juan Diego. Y el 6 de mayo sucesivo, el mismo Santo Padre, durante su
segundo viaje apostólico a México, presidió en
la Basílica de Guadalupe la solemne celebración en honor
del Beato Juan Diego, inaugurando la modalidad del culto litúrgico
que se le debía rendir al humilde y obediente indio, mensajero
de la Virgen de Guadalupe.
El Santo Padre afirmó: “Juan
Diego es un ejemplo para todos los fieles: pues nos enseña que
todos los seguidores de Cristo, de cualquier condición y estado,
son llamados por el Señor a la perfección de la santidad
por la que el Padre es perfecto, cada quien en su camino. Conc. Vat.
II, Const. Dogm. Lumen Gentium, No 11. Juan Diego, obedeciendo cuidadosamente
los impulsos de la gracia, siguió fiel a su vocación y
se entregó totalmente a cumplir la Voluntad de Dios, según
aquel modo en el que había sido llamado por el Señor,
destacando por su amor tierno a la Santísima Virgen María,
a la que tuvo constantemente presente y veneró como Madre y dedicándose
con ánimo humilde y filial a cuidar su casa. No es extraño,
por eso, que estando aún con vida, muchas personas le considerasen
santo y le pidieran la ayuda de su oración. Esta fama de santidad
ha perdurado después de su muerte, y no son pocos los testimonios
del culto que se le daba, los cuales muestran, suficientemente, que
delante del pueblo cristiano se le nombraba con el título de
santo, y tenía hacia él aquellas manifestaciones de veneración
que suelen reservarse a los Beatos y a los Santos, como queda patente
por las obras artísticas llegadas hasta nosotros, en las que
la imagen del Siervo de Dios aparece representada con una aureola o
con otros signos de santidad. Es cierto que esas manifestaciones de
culto se dieron sobre todo en la época más cercana a la
muerte de Juan Diego, pero es asimismo innegable que han permanecido
hasta nuestros días, de manera que puede afirmarse con seguridad
que testifican un culto peculiar e ininterrumpido tributado al Siervo
de Dios. A petición de gran número de Obispos y de muchos
otros fieles sobre todo de México, la Congregación para
las Causas de los Santos procuró que se recogieran los documentos
que ilustran la vida, las virtudes y la fama de santidad de Juan Diego
y ponen también de manifiesto el culto que se le ha tributado.
Después de realizar las oportunas investigaciones y de estudiar
el material reunido, se elaboró una amplia relación acerca
de la fama de santidad del Siervo de Dios, sus virtudes y el culto que
se le a tributado desde tiempo inmemorial.” [10]
La labor de la Congregación para
la Causa de los Santos es sumamente profesional, trabajan ahí
los más grandes especialistas en la materia; quienes llevan todo
proceso de una manera meticulosa y detallada, no dejan ninguna duda
por aclarar, ninguna pregunta por responder. Todos sabemos de las dudas
y especulaciones que Mons. Schulenburg y un grupo de personas han transmitido,
si bien, no por la vía normal como se debe proceder en estos
casos; aún así, la Congregación no desatendió
ninguna de las objeciones que le presentaron. Por lo que dispuso que
junto con la Arquidiócesis de México se formara una Comisión
Histórica, que encabezara una investigación apegada al
método histórico científico. Esta Comisión
fue encabezada por el P. Dr. Fidel González Fernández,
Doctor en Historia de la Iglesia, Consultor de la Congregación
para las Causas de los Santos, catedrático de la Pontificia Universidad
Gregoriana y de la Pontificia Universidad Urbaniana, especialista en
Historia de la Iglesia en América Latina; P. Dr. Eduardo Chávez
Sánchez, Doctor en Historia de la Iglesia, Prefecto de Estudios
del Pontificio Colegio Mexicano, Miembro de la Sociedad Mexicana de
Histórica Eclesiástica, Investigador especializado de
la Arquidiócesis de México; y Mons. José Luis Guerrero
Rosado, canónigo de la Basílica de Guadalupe, licenciado
en Derecho Canónico, investigador y catedrático, hombre
de una vastísima cultura y gran especialista en el Acontecimiento
Guadalupano. Para mí fue un gran honor el que el Sr. Arzobispo
de México me hubiera designado para formar parte de esta importante
y trascendental Comisión Histórica.
Nuestra Comisión retomó
todo lo realizado por siglos, investigó nuevamente en Archivos
y Bibliotecas de varias partes del mundo, analizó no sólo
las dudas u objeciones; sino que estudió e investigó desde
la tradición oral continua e ininterrumpida que se ha mantenido
hasta el día de hoy en la memoria del pueblo, hasta fuentes documentales
como mapas, códices, anales, testamentos, cantares, narraciones
antiguas, los llamados Nican mopohua y Nican motecpana, la Información
de 1556, las Informaciones Jurídicas de 1666, los importantes
escritos de los primeros frailes misioneros y otros muchos documentos
más. Así como se tomaron en cuenta las dudas y objeciones,
también se tomaron en cuenta las nuevas aportaciones y afirmaciones
a favor del hecho histórico, provenientes de los más variados
investigadores, científicos y estudiosos del Acontecimiento Guadalupano.
El trabajo revistió un esfuerzo
de varios años, analizando, estudiando e investigando bajo el
método histórico científico, ubicando cada fuente
histórica en su justo valor y naturaleza y en su convergencia;
asimismo, se sometió a las normas precisas de la Congregación
de la Causa de los Santos. El 28 de octubre de 1998, la Congregación
aprobó los resultados de la investigación científica,
constatando y confirmando la verdad del Acontecimiento Guadalupano,
y la misión del indio humilde Juan Diego, modelo de santidad,
quien a partir de 1531 difundió el mensaje de Nuestra Señora
de Guadalupe, por medio de su palabra y de su ejemplar testimonio de
vida. Se dio un paso más al pedir la Congregación que
se publicara lo esencial y más importante de los resultados de
la investigación de la Comisión Histórica; gracias
a esto, en 1999, se publicó un libro bajo el título: El
Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego; [11]
el cual fue analizado por diversos especialistas. Más adelante,
la Congregación encomendó a algunos doctores y catedráticos
de Historia de la Iglesia de las más prestigiosas Universidades
Pontificias, especialistas en el tema de México y América
Latina, para que analizaran este Libro de manera detenida y meticulosamente;
y todos, de forma unánime, dieron su confirmación positiva
y laudatoria, tanto de la esencia de la historia del Acontecimiento
Guadalupano, especialmente del Beato Juan Diego, como de la metodología
científica usada en la investigación.
En ese año de 1999, nuevamente
el Papa Juan Pablo II afirmó con gran fuerza la importancia del
Mensaje Guadalupano comunicado por el Beato Juan Diego y confirmó
la perfecta evangelización que nos ha sido donada por Nuestra
Madre, María de Guadalupe: “Y América, –declaró
el Papa– que históricamente ha sido y es crisol de pueblos,
ha reconocido «en el rostro mestizo de la Virgen del Tepeyac,
[...] en Santa María de Guadalupe, [...] un gran ejemplo de evangelización
perfectamente inculturada». Por eso, no sólo en el Centro
y en el Sur, sino también en el Norte del Continente, la Virgen
de Guadalupe es venerada como Reina de toda América.” [12]
El Papa confirmó la fuerza y la ternura del mensaje de Dios por
medio de la Estrella de la evangelización, María de Guadalupe,
y su fiel, humilde y verdadero mensajero Juan Diego, en donde Ella depositó
toda su confianza; momento histórico para la evangelización
de los pueblos, “La aparición de María al indio
Juan Diego –reafirmó el Santo Padre– en la colina
del Tepeyac, el año de 1531, tuvo una repercusión decisiva
para la evangelización. Este influjo va más allá
de los confines de la nación mexicana, alcanzando todo el Continente.
[...] María Santísima de Guadalupe es invocada como «Patrona
de toda América y Estrella de la primera y de la nueva evangelización».”
[13]
Todos los sucesores de fray Juan de
Zumárraga han promovido ininterrumpidamente el gran Acontecimiento
Guadalupano, el cardenal Norberto Rivera, con un gran esfuerzo y una
ferviente oración, ha impulsado de manera decisiva la Canonización
del Beato Juan Diego. Asimismo, el Rector y todos los Canónigos
de la Nacional e Insigne Basílica de Guadalupe, han dirigido
peticiones al Santo Padre, por ejemplo el 21 de agosto de 2000, en una
de varias cartas, dicen: “estamos plenamente convencidos de la
historicidad del Beato Juan Diego [...] Por lo tanto, nuestra voz se
dirige ahora a Su Santidad, para pedirle, humildemente, la pronta canonización
del Beato Juan Diego”. [14]
El Episcopado Mexicano en pleno ha sido
de los más fuertes promotores motivando tanto la investigación
científica, así como la evangelización y devoción
popular en una pastoral integral. El Episcopado Mexicano declaró
el 12 de octubre de 2001: “La verdad de las Apariciones de la
Santísima Virgen María a Juan Diego en la colina del Tepeyac
ha sido, desde los albores de la evangelización hasta el presente,
una constante tradición y una arraigada convicción entre
nosotros los católicos mexicanos, y no gratuita, sino fundada
en documentos del tiempo, rigurosas investigaciones oficiales verificadas
el siglo siguiente, con personas que habían convivido con quienes
fueron testigos y protagonistas de la construcción de la primera
ermita”; [15] y más adelante señala:
“Consideramos también deber nuestro manifestar que la historicidad
de las apariciones, necesariamente lleva consigo reconocer la del privilegiado
vidente interlocutor de la Virgen María.” [16]
Todos los Obispos Mexicanos se unen en una misma oración: “expresamos
nuestra confianza en que no tardará su canonización y
por ello elevamos nuestra plegaria”. [17]
Más adelante, el 17 de mayo de
2001, el Cardenal Norberto Rivera me nombró Postulador para la
Causa de Canonización del Beato Juan Diego. De esta manera, por
una parte, continué en la Comisión Histórica y,
por otra, con el trabajo de la Postulación.
Cuando se aprobó todo el camino
recorrido en cuanto a confirmar la historicidad de Juan Diego, se continuó
con el proceso, ahora analizando el milagro que realizó Dios
por medio de Juan Diego, como veremos en el siguiente capítulo.
Juan Diego sigue intercediendo por su
pueblo. Dentro del proceso para la Canonización de Juan Diego
era indispensable constatar un milagro efectuado por intercesión
del Beato Juan Diego.
Desde el 20 de noviembre de 1990, en
la Curia del Arzobispado de México, se abrió el proceso
canónico para recoger las pruebas sobre el milagro realizado
por el Beato Juan Diego, concluyendo el 31 de marzo de 1994.
No cabe duda, que Dios aprobaba la canonización
de Juan Diego al realizar un milagro por medio de la intercesión
de este indio humilde y sencillo, mensajero fiel de Santa María
de Guadalupe. El caso en cuestión tuvo lugar en la Ciudad de
México el 3 de mayo de 1990, cuando un joven de 20 años
de edad, llamado Juan José Barragán Silva, cayó
de una altura de 10 metro aproximadamente sobre terreno sólido,
con un fuerte impacto valorado en 2,000 kgs., con fractura múltiple
del hueso craneal, y fuertes hematomas. Según la valoración
de los médicos, la mortalidad superaba el 80%. Fue la mamá
del muchacho quien le pidió a Juan Diego por la vida de su hijo.
Al llegar al Sanatorio, intervino el
Dr. Homero Hernández Illescas y su equipo de médicos,
encontrando que las lesiones que presentaba el muchacho eran terribles
y se esperaba lo peor; nuevamente aquí la madre del muchacho
confirmó su confianza en Juan Diego. Después de dos días,
los médicos le tuvieron que dar la mala noticia a la madre, de
que su hijo tenía muy pocas esperanzas de vida y que esperaban
sólo su fallecimiento. El 6 de mayo de 1990, exactamentecuando
el Santo Padre Juan Pablo II estaba celebrando la misa de Beatificación
de Juan Diego, en el Sanatorio se operó un verdadero prodigio,
el joven que había sido desahuciado se incorporó y, como
tenía hambre, comió de lo que encontró en una charola
que se había colocado cerca de él; todo esto ante la admiración
de propios y extraños. Los médicos no podían creer
lo que estaban contemplando, obviamente los exámenes de todo
tipo fueron muy exhaustivos para tratar de dar una respuesta racional
a lo que estaban contemplando; el muchacho no tenía ya ni fracturas,
ni contusiones, ni sangrado, absolutamente nada... tan admirable fue
este prodigio, que a los pocos días salió del hospital
por su propio pie. Más de 15 médicos especialistas analizaron
este caso, conformando un gran expediente que será de gran importancia
para el proceso del milagro.
En primer lugar, se realizó un
proceso diocesano para analizar este caso prodigioso y constatar que
se podía integrar al proceso de canonización del Beato
Juan Diego, todos los testimonios de los especialistas coincidían
que no había una explicación racional sobre este caso;
además fueron claros los testimonios de quienes supieron que
la madre del muchacho había invocado a Juan Diego para que intercediera
por la salud de su hijo.
La Congregación para la Causa
de los Santos confirmó que el proceso diocesano fue muy bien
llevado; el caso disponía de una sólida base probatoria.
El decreto de Validez de los actos del proceso es del 11 de noviembre
de 1994. En la misma Congregación, el 26 de febrero de 1998,
los médicos especialistas nombrados por la Santa Sede para analizar
de manera meticulosa este caso, lo aprobaron por unanimidad (cinco sobre
cinco), sorprendidos de que en el lapso de pocos días la fractura
estuviera totalmente soldada y sin manifestar ningún signo de
complicación y con una modalidad de curación rápida,
completa y duradera, siendo que la caída que había sufrido
el muchacho era de fatales consecuencias; era una inexplicable curación
según el conocimiento de la ciencia médica.
Por otro lado, la Congregación
para la Causa de los Santos también recibió el resultado
del proceso de parte de los teólogos que analizó con minuciosidad
si este milagro se había realizado por intercesión del
Beato Juan Diego. El 11 de mayo de 2001, en Congressus Peculiaris super
Miro, los Consultores Teólogos, presididos por el Promotor de
la Fe, aprobaron el milagro hecho por intercesión del Beato Juan
Diego Cuauhtlatoatzin, con voto afirmativo por unanimidad.[18]
Sin duda alguna, el humilde Juan Diego es una ejemplo de santidad y
un fuerte intercesor de su pueblo.
Pero todavía faltaban pasos por
dar dentro de este proceso de Canonización.
El 21 de septiembre de 2001 se realizó
la «Sesión Ordinaria» integrado por Obispos y Cardenales
quienes aprobaron todos los resultados. Y el 20 de diciembre del mismo
año se Proclamó el Decreto del Milagro realizado bajo
la intercesión del Beato Juan Diego ante la presencia del Papa
Juan Pablo II. Con ello se dispone a Juan Diego a ser canonizado. Pero
todavía el proceso no concluía, ya que el Santo Padre
tenía que consultar a todos los cardenales del mundo para que
dieran libremente su opinión; disponiendo la celebración
de un Consistorio para el día 26 de febrero de 2002 en donde
el Papa Juan Pablo II, después de la consulta a los cardenales,
proclamaría su resolución.
Por fin, llegó el día
tan esperado, el 26 de febrero del 2002, en donde, en una liturgia solemne
el Santo Padre Juan Pablo II proclamó que canonizaría
al Beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin el 30 de julio de este mismo año.
Por cuestiones prácticas, el día fue cambiado para el
31 de julio y se confirmó que el lugar en donde se celebraría
la Solemne Ceremonia sería en la Insigne y Nacional Basílica
de Nuestra Señora de Guadalupe, y que el Papa en persona vendría
a presidirla.
A manera de Conclusión
Nuestro pueblo humilde y sencillo siempre a guardado en la memoria de
la tradición y en el recinto de su corazón un profundo
respeto y veneración por este gran hombre, elegido por Nuestra
Señora de Guadalupe para ser su mensajero, y nunca ha dudado
de su santidad.
Después de tantos siglos de intenso,
honesto y profundo trabajo, especialmente en estos últimos años;
y, además, de la sincera oración, sacrificios y ofrendas
de miles de personas que con la sencillez del corazón han elevado
sus peticiones a Dios Nuestro Señor y a María Santísima
de Guadalupe, para que nos regalaran el don maravilloso de tener a Juan
Diego en los altares, canonizado y reconocido como uno de los personajes
claves en la historia de la evangelización de América.
Juan Diego que ha sido el portador de un mensaje que trasciende fronteras
y tiempos, el mensaje de Nuestra Señora de Guadalupe para que,
con la aprobación de la Iglesia, se le construyera un templo,
donde Ella reconstruiría la vida del ser humano, aquel que con
sincero corazón se acercara y se confiara a Ella, ahí
escucharía todas las tristezas, dolores, sufrimientos y penas,
y lo conduciría por el camino seguro del amor para llevarlo ante
“«el verdadero Dios por quien se vive, el Creador de las
personas, el Dueño de la cercanía y de la inmediación,
el Dueño del cielo, el Dueño de la tierra»;”
[19] poniéndolo de manifiesto con todo su
amor. María Santísima de Guadalupe es la que le aseguró
a su humilde mensajero: “«ten por seguro que mucho lo agradeceré
y lo pagaré, que por ello te enriqueceré, te glorificaré»”.
[20]
Esto confirma, una vez más, que
nuestros indígenas, nuestros antepasados, nuestros abuelos, no
nos engañaron, no nos mintieron; el Acontecimiento Guadalupano
marcó nuestra historia. Es una verdad total el hecho de que Dios
intervine en nuestra vida, en nuestro pueblo, en nuestro corazón;
y lo hace por medio de lo más apreciado para Él, su propia
Madre, María Santísima de Guadalupe, quien escogió
a Juan Diego, un indio humilde y sencillo para ser su fiel mensajero
y darnos esta palabra, este aliento lleno de verdad. Santa María
de Guadalupe es nuestra Madre, una Madre amorosa que nos ayuda y nos
guía hacia su Hijo Jesucristo, el Amor Total. Esto nos lleva
al compromiso de ser los primeros en dar un testimonio, por medio de
nuestras vidas, nuestras palabras y acciones, de ser verdaderos hijos
de Dios y de María Santísima.
Qué el modelo de Santidad de
Juan Diego penetre nuestro corazón y nos mueva a acercarnos más
al verdadero Dios por quien se vive.
Qué Juan Diego nos ayude a abrazar
con mayor profundidad nuestra fe católica, uniéndonos
a todos como verdaderos hermanos.
Notas
[1] Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl, Nican Motecpana, ca. 1590, en Lasso de la Vega,
Luis, Huei Tlamahvicoltica…, Imp. Juan Ruyz, México 1649.
[2] Fernando de Alva Ixtlilxóchitl,
Nican Motecpana.
[3] Cfr. «Testimonio de
Marcos Pacheco», en Informaciones Jurídicas de 1666, f.
12v.
[4] Cayetano de Cabrera y Quintero,
Escudo de Armas, Imp. del Real, México 1746, p. 345, No. 682.
[5] Positio, Doc XIII, 119
[6] Carta de la Sagrada Congregación
para la Causa de los Santos al Cardenal, Don Ernesto Corripio Ahumada,
8 junio 1982, Prot. N. 14 08-3 /1982.
[7] Joel Romero Salinas, Juan
Diego, su peregrinar a los altares, Ed. Paulinas, México 1992,
p. 54.
[8] Cfr. Relatio et Vota del Consultores
Históricos del 30 enero 1990, y de los Consultores Teólogos
del 30 marzo 1990.
[9] Cayetano de Cabrera y Quintero,
Escudo de Armas, Imp. del Real, México 1746, p. 345, No. 682.
[10] AAS, LXXXII (1990), pp.
853-855.
[11] Fidel González Fernández,
Eduardo Chávez Sánchez y José Luis Guerrero Rosado,
El Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Ed. Porrúa,
México 1999, XXXVIII, 564 pp. [42001].
[12] Juan Pablo II, Ecclesia
in America, México 22 de enero de 1999, Libreria Editrice Vaticana,
Ciudad del Vaticano 1999, No 11, p. 20. El Santo Padre cita literalmente
la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Santo Domingo
a 12 de Octubre de 1992, 24. Véase también en AAS, 85
(1993) p. 826.
[13] Juan Pablo II, Ecclesia
in America, p. 20, No. 11.
[14] Carta del Rector y Cabildo
de la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe
al Cardenal Angelo Sodano, México, D. F., a 21 de agosto de 2001,
en Archivo de la Causa de Canonización del Beato Juan Diego,
s. f.
[15] Episcopado Mexicano, El
Acontecimiento Guadalupano hoy En el XXV Aniversario de la Dedicación
de la actual Basílica de Guadalupe y el traslado de la Sagrada
Imagen, México, D. F., 12 de octubre de 2001, No. 3.
[16] Episcopado Mexicano, El
Acontecimiento Guadalupano hoy, No. 9.
[17] Episcopado Mexicano, El
Acontecimiento Guadalupano hoy. No. 11.
[18] Congregatio de Causis Sanctorum,
Canonizationis Beati Ionnis Didaci Cuautlatoatzin, viri laici (1474-1548)
Relatio et Vota, Congressus Peculiaris super Miro, 11 de mayo de 2001,
Mexicana, P. N. 1408, Tip. Guerra, Roma 2001.
[19] Antonio Valeriano, Nican
Mopohua, vv. 26-27.
[20] Antonio Valeriano, Nican
Mopohua, vv. 34-35.